Josep Oliveras
Josep Oliveras.
Biólogo especialista en técnicas de reproducción humana asistida.

Lamentablemente, la Fecundación in vitro no es una ciencia exacta: en ocasiones, a pesar de que todos los factores pronóstico estén a favor, el embarazo no llega. Si bien el azar a veces tiene mucho que ver, en otras ocasiones puede tener relación con el proceso de implantación, del que debemos tener en cuenta varios aspectos.

En primer lugar, la fecundación in vitro trata de seleccionar para transferir los embriones con más potencial de implantación. Para conseguirlo, los embriólogos nos basamos en criterios morfológicos, como el número, forma y distribución de las células del embrión, que sabemos que guardan una correlación positiva con su potencial de implantación.

No obstante, estos parámetros morfológicos no garantizan que la dotación cromosómica del embrión sea la correcta. Para comprobarlo , se debería realizar un Diagnóstico Genético Preimplantacional de 24 cromosomas a los embriones antes de la transferencia. Hoy por hoy, este proceso se lleva a cabo sólo en casos en los que por algún motivo (factor masculino genético, edad avanzada de la mujer…) se prevé un aumento de anomalias cromosómicas en los embriones respecto a la población normal.

Por otra parte, en la mayoría de los casos la transferencia se realiza dos o tres días después de la fecundación, mientras que la implantación no se produce como mínimo hasta el séptimo día, por lo que el embrión sigue desarrollándose en el útero una vez transferido como paso previo y necesario para la implantación. Cualquier anomalía en el desarrollo durante estos días impediría la implantación, sin que pudiésemos conocer el motivo puesto que los embriones ya están transferidos.

Finalmente, aunque el embrión tenga una correcta dotación genética y presente un buen desarrollo dentro del útero materno, el proceso de implantación por el cual textualmente invade la pared del útero (endometrio) es muy complejo y está regulado por múltiples factores y moléculas provenientes tanto del útero como del propio embrión. Cualquier error en este proceso llevaría a un fallo de implantación o a un aborto muy precoz, que en ambos casos conllevarían una prueba de embarazo negativa para la paciente.

En los últimos años se han producido importantes avances con el fin de aumentar las tasas de implantación, tanto en la selección del mejor embrión para transferir como en los factores inmunológicos relacionados con la implantación embrionaria. No obstante, hay que seguir avanzando en este aspecto, tan determinante para el resultado de la fecundación in vitro y que es a la vez uno de los más complejos y desconocidos de la reproducción humana.