Invitro TV
La redacción de Invitro TV está compuesta por profesionales de la comunicación y de la reproducción asistida, que trabajamos para ofrecerte los mejores contenidos.

El cuarto país más grande del mundo sufre un déficit de esperma, por lo que ha tenido que recurrir a los subsidios para mejorar las donaciones de semen. Los homosexuales y los extranjeros no pueden donar esperma.

El país más grande de Asia Oriental así como el más poblado del mundo sufre un déficit de esperma, motivo por el cual ha tenido que recurrir a los subsidios para mejorar las donaciones, que se han incrementado hasta en un 100% con esa medida.

Según datos oficiales, hasta un 10% de las parejas chinas son estériles, y un 80% de las afectadas no logran encontrar donantes para solucionar su problema.

No obstante, la campaña de donación de esperma que las autoridades del sur de China llevan a cabo para paliar la escasez de los bancos de semen excluyen a los gays y extranjeros de participar en las donaciones.

Desde el banco de esperma de Cantón (Guangdong) destacan que su campaña de colecta está teniendo éxito entre los estudiantes, ya que un 95% de los donantes son alumnos de secundaria.

El periódico ‘China Daily’ señala que el éxito de la campaña es debido al aumento de los subsidios y de una mejora de la actitud social. Sin embargo, cabe tener en cuenta que las directrices del Ministerio de Sanidad, sólo permite participar en las donaciones de semen a hombres sanos de entre 22 y 45 años, excluyendo a los homosexuales y los extranjeros.

El director del banco de esperma de Cantón, Tang Lixin, indica que un donante de semen recibe hasta 316 euros en subsidios si finaliza el proceso de diez donaciones, una vez superados los análisis iniciales y si la muestra cumple con el nivel requerido.

Un estudiante reconoce que la actitud social hacia estas donaciones ha mejorado y manifiesta no estar preocupado por la discriminación. No obstante, cabe señalar que aceptar la homosexualidad sigue siendo un tema pendiente en muchos lugares del país, pese a que hace diez años Pekín dejó de considerarla una ‘enfermedad mental’.