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La cantidad de óvulos que tenemos disminuye con el paso de los años. También lo hace su calidad, ya que las proteínas responsables de reparar el daño del ADN en estas células son menos eficientes con la edad.

La fertilidad femenina disminuye con el paso de los años. Aunque es posible alcanzar un embarazo más allá de los 35, varios estudios científicos demuestran que la calidad y cantidad de los óvulos tiende a agotarse con la edad. Incluso hay informes que sostienen que a los 30 años las mujeres ya han consumidro el 90% de su reserva ovárica.

Los números son claros. Del millón de óvulos con que nace una mujer, sólo quedan 400.000 en la adolescencia, el resto se agota durante la infancia. Cuando llega a la menopausia, sólo tiene 1.000, lo que muestra claramente que la fertilidad está condicionada por un reloj biológico que marca la disminución de los óvulos y el empobrecimiento de su capacidad para ser fecundados.

Todos los meses, el ovario forma dos o tres folículos con un óvulo dentro de cada uno de ellos, pero solamente uno consigue desarrollarse y llegar a la madurez, los demás quedan en el camino.

Según un trabajo de investigadores de la Yeshiva University de Nueva York, Estados Unidos, con la edad, los ovarios pierden su capacidad de reparar el daño que se produjo en su ADN, lo que explicaría el mecanismo de «suicidio celular» que provoca la disminución de la reserva ovárica.

En concreto, el trabajo publicado en la revista Science of Translational Medicine demuestra que las proteínas responsables de reparar el daño del ADN en células del óvulo son menos eficientes con la edad. Al no ser reparado, estas células podrían elegir la muerte.

Este procedimiento se conoce como apoptosis o muerte celular programada, acontecimiento que se produce por señales celulares controladas genéticamente que tienen como función la destrucción de las células dañadas genéticamente para evitar enfermedades como el cáncer, entre otras.

La investigación demuestra que los óvulos incapaces de reparar lesiones en el ADN son menos propensos a ser fecundados y, aunque podrían producir embarazos, se registraría un mayor número de anomalías cromosómicas en los recién nacidos.

En este marco, antes de encarar un tratamiento de fertilidad en una mujer que supera los 35 años, es fundamental conocer su reserva ovárica, dato que puede obtenerse mediante un análisis de sangre en el que se mide el nivel de la hormona AMH.

La medición nos permite incluso calcular la dosis de medicación que esa paciente necesitará para estimular los ovarios con el propósito de conseguir un embarazo mediante las técnicas de reproducción asistida.